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Afirmaba Clement Greenberg (1961), que "el expresionismo abstracto era la vanguardia que América necesitaba para afirmar su identidad cultural frente a Europa" (p. 45). Hoy pasa lo mismo, pero con la diferencia de que ese mismo impulso se transforma, se descontextualiza y se adapta a nuestro propio contexto: Artistas de mi generación abrazan el dripping, la mancha y el gesto violento, pero ahora con una desesperación e intencionalidad que viene de un sitio bastante diferente. Y es curioso que eso se siga haciendo, ¿no?
La Escuela de Nueva York y la Black Mountain College batallaban contra las secuelas de la guerra y la búsqueda de una identidad propia. Ahora, los nuevos exponentes luchan contra otros problemas como la saturación digital, la crisis climática, sensación de no pertenencia, desconexión generacional y un sinfín de conflictos que sólo el gesto físico parece poder curar.
Es intrínseco del ser humano la necesidad que tenemos de tocar, manchar y modificar. Nos encanta dejar huella real sobre algo tangible… y ahora, con las pantallas y lo digital, el acto de lanzar pintura o arrastrar el pincel se convierte en un acto de reivindicación y presencia física. Una vuelta a tiempos en los que esto era verdaderamente importante, suscitaba ese interés tan necesario y valorábamos el impacto del mismo. Obviamente, tenemos que tener clarísimo que la abstracción y la acción actual no es la de los años 50, ni de lejos. Ahora hay referentes, capas de significado, profundidad y teoría; referencias a ese lenguaje particular de la expresión que se filtran sutilmente, con una conciencia social muy aguda, muy conscientes del sitio que ocupamos en la historia, tanto, que influye hasta en los detalles más mínimos. No quiero hablar de nadie en particular pero actualmente en España hay muchos nombres.
Antes quizás no, pero en los tiempos que corren, los artistas actuales conocen demasiado bien la teoría e historia del arte como para ser completamente ingenuos. Y no es que su obra pierda energía ni espontaneidad, pero solo hay que ver de dónde venimos: de lo salvaje, de cuando toda la pintura abstracta y de acción era campo. Ahora creo que todos los gestos son más calculados, aunque no menos buenos en algunos casos.
Ya no es tan brut, no menos intenso. Lo correcto sería decir que se ha refinado, porque podemos ver con claridad una especie de nostalgia performática en los gestos, como si estuvieran citando esa identidad mientras son conscientes de su imposibilidad pura.
Quizás Danto no tuviera la razón cuando hablaba del fin del arte, yo creo que más bien estamos en medio de la nada. Es desconcertante no saber donde vas. Pero seguimos.
Referencias
Greenberg, C. (1961). Art and Culture: Critical Essays. Beacon Press.
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