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Demasiado bonito para ser verdad

 


Siempre habrá quien arrugue la nariz y suelte con desdén: "pero esto no es arte de verdad". Y bueno... está bien, lo entiendo. Si tu definición de arte se limita a "tiene que parecerse a lo que ya conozco y me resulta cómodo" entonces sí, quizás esto no es arte. 

Un lienzo rajado no es un error. Un cuadro quemado no es un accidente. Y esa mancha de óleo no es descuido. Quizás justo por eso el arte contemporáneo tiene muchísimo más sentido y profundidad del que pensamos. El arte de nuestro tiempo escupe en la cara de lo perfecto, y si crees que la pintura solo vale o es superior cuando imita la realidad o sigue las reglas, deja de leer esto.

Ya sé, ya sé... todos estamos hartos de los tópicos que surgen con este tema, pero seamos sinceros: si el arte fuera únicamente cuestión de técnica perfecta y resultados impecables, las mejores "artistas" del mundo serían simplemente...impresoras o cámaras. La verdadera magia no reside en crear algo visual o técnicamente impecable, sino en que esa creación te diga algo. Y aquí es donde entran en juego los conceptos como elementos expresivos en la pintura.

Piénsalo un momento: cuando observas un cuadro tradicional, ¿qué ves realmente? Una superficie perfectamente lisa, un paisaje idealizado, una escena congelada en el tiempo. Precioso, no lo niego, pero también... un poquito mentira, ¿no? La vida real no es así de perfecta, ni limpia, ni permanece inmutable... lamento decirte que la existencia no se parece en nada a una pintura de Seurat. 

Es evidente que la pintura contemporánea ha captado esta realidad, y por eso permite que los materiales se comporten como lo que verdaderamente son: elementos que cambian, se desgastan, evolucionan. Un craquelado no es simplemente un error técnico, es la pintura gritándote. El óxido no representa un defecto, más bien la huella, la química y el inevitable paso del tiempo.

Seguro que al leer esto te vienen a la mente esos artistas que parecían "maltratar" sus lienzos. Te preguntarás: ¿por qué demonios Fontana rajaba sus propios cuadros? ¿Qué llevaba a Burri a quemarlos? ¿Por qué Niki de Saint Phalle los acribillaba a balazos? No es (solamente) por el puro afán de provocar o escandalizar...es porque descubrieron algo fascinante: a veces, para dar vida a algo genuinamente nuevo, hay que destrozar lo establecido. Un corte no tiene porqué ser un acto vandálico, sino otra manera de expresar "esto ya no me representa ni me satisface". Casi ningún gesto es realmente accidental, y aunque lo fuera, representa más bien una transformación. Un acto de rebeldía y desconfianza hacia esa belleza perfecta e inalcanzable que el arte clásico nos vendió como única verdad posible. Después de todo lo que hemos vivido en este mundo —guerras devastadoras, genocidios horripilantes y tanta miseria humana— ¿tiene algún sentido seguir pintando como si viviéramos en un mundo ideal? Darle una puñalada al lienzo también significa rasgar esa dulce pero falsa ilusión.

Siempre habrá quien arrugue la nariz y suelte con desdén: "pero esto no es arte de verdad". Y bueno... está bien, lo entiendo. Si tu definición de arte se limita a "tiene que parecerse a lo que ya conozco y me resulta cómodo", entonces sí, quizás esto no es arte. Pero si te atreves a aceptar que el arte también puede ser un experimento arriesgado, un registro honesto del tiempo, una batalla apasionante entre creación y destrucción... entonces estamos hablando de algo infinitamente más interesante a priori, ya me entendéis.

En el fondo, la pintura de ahora no aspira a ser simple decoración para combinar con tu sofá; tiene que ser un testimonio de lo que ocurre cuando permites que los materiales, el inexorable paso del tiempo y hasta el caprichoso azar entren libremente en el estudio. Y eso, lejos de ser una frivolidad, es una de las declaraciones más honestas y valientes que puede hacer el arte. Porque la vida misma no es perfecta, ni ordenada, ni eterna. Y el arte, si realmente pretende hablar de la vida con sinceridad, tampoco debería serlo.



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